Con pasión y paciencia, solo lo que parece imposible demora más
Conozca a Renzo Monzón Landauro, quien combina exitosamente su amor por la arquitectura y la música.
Renzo Monzón Landauro
De sus trabajos destacan viviendas multifamiliares y unifamiliares, institucionales y el diseño interior. ¿Decidió especializarse en este tipo de obras o cómo se fueron dando estas experiencias?
Todo se fue dando poco a poco y durante casi 16 años de ejercicio profesional. Mi primera casa la hice en Trujillo. Luego continué con una remodelación en Lima. Aquí pasó algo muy anecdótico, y fue que en una misma calle remodelé tres casas, cada vez con un mayor presupuesto. Resulta que durante el proceso de una de las obras hubo un impase, que se atendió oportunamente y culminó en una amistad, que me llevó a diseñar una vivienda en Cieneguilla. Y asi se fueron dando estos diseños, ya no solo en Lima sino también en provincias. Incluso, la casa en playa Cocoa, fue a la Bienal Internacional de Buenos Aires 2017 y fue publicada en Archdaily.
Con respecto a los multifamiliares, comencé con un edificio en Magdalena. Posteriormente vinieron dos más en San Isidro: Residencial Kei y Torre Los Milanos; ambos del mismo promotor. Aquí también pasó algo curioso: Cuando diseñé Torre Los Milanos, la municipalidad me hizo la vida imposible, tanto que se optó por abandonar el proyecto, hasta que el promotor recibió la llamada de su cliente, quien vio Residencial Kei, y le preguntó: “¿el mismo arquitecto que diseñó este edificio es el que hará Los Milanos?, porque si no es así no compro”. Así se retomó la obra, y con la oportunidad de estar más cerca del proceso constructivo hasta el final. Luego vinieron los interiores, primero remodelando y acondicionando un departamento con temas relacionados a la electrónica, que es algo que me interesa mucho. Mientras que el primer encargo para instituciones fue para la Iglesia Comunidad Cristiana Agua Viva de Trujillo. Posteriormente, remodelé el Centro de Esparcimiento del Colegio Odontológico del Perú (COP)-Regional. Luego, el auditorio del COP-Consejo Nacional y últimamente acondicioné un local de la Iglesia Gracia Calvary Chapel.
¿El Auditorio del Colegio Odontológico del Perú puede considerarse una de sus creaciones más importantes?
Creo que sí. El manejo acústico siempre me interesó, posiblemente por la música y por los proyectos realizados para congregaciones, pero este es especial porque se trató de un proyecto para toda la comunidad odontológica del Perú. Una institución importante que necesitaba y merecía un plan general por el entorno que tenía. Finalmente nos centramos en el auditorio e intervenimos la sala de usos múltiples. La gente pensaba que habíamos derrumbado el existente para hacer otro, pero en realidad trabajamos en la misma área. Cambiamos casi todo. Los cielos rasos los transformamos en paneles reflejantes y absorbentes que responden a un tema acústico; además, modificamos la ubicación de las butacas, la cabina de sonido, la vista hacia el escenario, etc.
Fue muy comentada su sensibilidad creativa puesta de manifiesto en Los Milanos.
En realidad cuando un arquitecto recibe un trabajo lo peor que puede hacer es pensar en su proyecto anterior como fórmula. En mi caso, hay algo que me pasa casi siempre, y es que la gran mayoría de mis encargos quedan en esquina. Esto involucra pensar en la unidad compositiva como si fuese el borde de una manzana, y lo que en ella converge. En este caso en particular, teníamos una esquina y la avenida Del Parque Norte, por lo qué lo primero era “liberar la esquina”, dejando las visuales de esas esquinas totalmente libres y ya desde el interior de esa esquina observar lo “verde” de la avenida. Por otro lado, teníamos problemas con la municipalidad y sus normas que exigían más de la cuenta. Sin embargo, este impedimento fue un aliciente y me auto impuse que ningún departamento sea igual al otro. Por un lado, teníamos ocho pisos y por otro cuatro, así fue que diseñamos dos triplex, un dúplex, y cinco flats. Cada uno distinto al otro, con visuales distintas también y con dos piscinas exclusivas en los pisos altos, desde donde se aprecia el centro empresarial de San Isidro.
Cada arquitecto tiene a un maestro que guía sus primeros pasos y muchas veces hasta le sirve de modelo, ¿usted también tuvo un arquetipo o su propuesta es básicamente purista?
Cuando fui estudiante pensaba hacer alguna cosa “rara” o media “Ghery” y por eso en un principio me acobardó estudiar arquitectura, aunque desde el colegio la tenía muy clara y sabía que quería ser arquitecto, aunque caí en Ingeniería Civil, pero me fui corriendo. Inicié arquitectura a los 19 años, y recuerdo que mi padre me obsequió una revista ARKINKA donde estaba el Museo Gallego de Arte Contemporáneo de Álvaro Siza, al verlo quedé impresionado, de cómo manejaba la luz y el espacio. En la facultad yo hacía otras cosas, pero inconscientemente, quería hacer eso, hasta que estudié el taller del arquitecto Miguel Rodrigo Mazuré, a quien considero mi maestro. Juvenal Baracco dice que “el alumno percibe no tanto lo que dices sino lo que sientes”. Y eso es verdad, Miguel tenía una actitud distinta a otros arquitectos que conocía y eso lo percibí muy bien. El otro tema fue EL ESPACIO. El poder trabajar recorridos y luz, y cómo generar relaciones entre ellos, fue lo que me “encontró” como arquitecto. Lo mismo pasó en mi tesis de grado. Tuve la oportunidad de criticarla con el arquitecto Emilio Soyer, quien me motivó a hacer lo que sentía y no lo que tenía que hacer, “sin espectáculo”, lo cual confirmo gracias al manejo de la luz, el espacio y reconociendo como la fachada se convierte en resultado de un trabajo interior. A esto se añade el manejo de estos espacios a través de la ingravidez, combinada con luz y recorrido. Eso era lo que estaba buscando desde que me inicié. Luego comencé a tener esa búsqueda personal y es lo que hago hasta el momento.
Su pasión por la arquitectura va de la mano con otra pasión: la música. Usted ha podido articular ambas sensaciones.
Sí es verdad. Soy baterista hace 25 años y sigo tocando. En música manejas ritmos y módulos y yo los entendí muy bien. Es saber cómo el orden en el ritmo puedes llevarlo a la arquitectura. Igual sucede con la proporción, algo muy estridente suena muy desproporcionado. Hay que saberle pegar a los tambores y no “chancar” sino buscar que salga algo limpio y ordenado, así toques cualquier ritmo. En la arquitectura ocurre algo similar, puedes tener muchas buenas ideas, pero debes ordenarlas. Al hacerlo, se ve bien. Igual la música suena muy bien cuando está bien proporcionada y bien ejecutada. En música percibimos con el oído y el alma, en arquitectura son tus ojos los que observan y recorren, pero igualmente el trabajo llega al alma. Recuerdo cuando estuve frente al edificio Altamira de Rafael Iglesia en Rosario, Argentina, me emocioné mucho al ver el desafío de esa obra hecha con vigas y cómo la luz puede bañar la textura que tenía el edificio. No se trata unicamente de la forma, sino del trabajo que nace desde adentro del artista y se muestra.
En la búsqueda por la innovación trata de mejorar la calidad de vida de quienes confían en su propuesta, ¿cómo se define el arquitecto Renzo Monzón?
Esa innovación es no hacer siempre lo mismo, realmente desde que empecé a trabajar como arquitecto ningún encargo fue igual. Ni siquiera creí en fórmulas, porque no existen. Cada proyecto es la oportunidad de poder replantearse y mirar hacia delante. El mejor edificio es el que aún no has hecho, entonces creo que estoy en ese camino. Yo me definiría como una persona que tiene mucha pasión por lo que hace, muy constante, y de mucha paciencia, creo que todo es posible, y lo aparentemente imposible solo demora más.
Siendo docente universitario, ¿cómo logra convencer a cada estudiante que encuentre su propio estilo?
Efectivamente, soy docente desde el 2007 y el peor error es enseñar lo que haces. Miguel Rodrigo afirmaba que “el mundo académico es el laboratorio de la investigación”. Y en realidad es eso, en la búsqueda de que cada semilla de arquitecto que está en cada estudiante pueda germinar sola. Entonces apelas a su interés, a saber qué quiere lograr, a hacerle entender que no es causa del destino, sino que hay un plan. Que algo pasará y qué cada uno encontrará su camino. Gerardo Caballero decía “no sabemos lo que queremos, pero sí sabemos lo que no queremos”, entonces apelo a eso. No sé en qué acabará un taller cuando se inicia, pero sí el objetivo: motivar a que el alumno encuentre su propio camino. Jamás olvidaré una experiencia con un estudiante, de quien no me gustaba lo que hacía, pero estaba tan bien hecho y tan bien propuesto que lideraba al grupo. Él marcó su propio camino y tuvo las mejores notas. Cada estudiante, cada grupo y cada ciclo son únicos. Por ello nada se hace igual sino todo lo hacemos distinto, como las plantas de los edificios multifamiliares.
Háblenos de sus reconocimientos.
La XI Bienal de Arquitectura Peruana 2004 fue muy especial. Recién graduado y conseguir un premio tan importante fue una alegría que no puedo describir con palabras. Sin duda, fue un estímulo enorme saber que estaba haciendo bien las cosas y que me sirvió como motivación para seguir. Se trató de una casa de retiro para la Comunidad Cristiana Agua Viva de Trujillo. El proyecto trabajó la idea del compañerismo entre los miembros de la iglesia y su retiro espiritual, pero desde un punto de vista más dinámico. Por otro lado, conseguir un reconocimiento internacional como sucedió en la Bienal de Buenos Aires, también fue algo que no esperaba. Me llamaron para decirme que fui seleccionado entre 350 estudios de arquitectura a nivel mundial. Fui a la ceremonia y allí compartí con quienes diseñan y construyen distinto a lo que tú haces. Con otra lógica, con otros contextos. Eso es siempre muy enriquecedor.